El ser humano no está hecho para la soledad. Somos seres sociales que necesitan vivir rodeados de otras personas. Lo cual no quita que, en ciertos momentos, deseemos estar a solas con nosotros mismos. En este punto cabría diferenciar ambos tipos de soledad: la soledad no deseada implica aislamiento, mientras que la soledad deseada se relaciona con la autonomía y la intimidad.

Numerosos
estudios en el campo de la psicogerontología indican que la soledad puede
considerarse, en algunos casos, como una señal patológica. Del mismo modo,
hallan cierta relación entre la soledad (junto a otros factores) y el suicidio.
¿Cuáles son los factores que causan el sentimiento de soledad? Muchas son las variables que pueden llevar al aislamiento social,
entre las que se encuentran la propia edad, la viudez o el divorcio e, incluso,
la genética.

En cuanto a la otra cara de la moneda, hablamos de la soledad deseada, ésta reporta numerosos beneficios para la persona. Puesto que es una elección del propio individuo, se utiliza cuando se quiere estar “a solas con uno mismo“, reflexionar, leer un libro o relizar cualquier otra actividad de forma individual y que le reporta una sensación placentera o de bienestar. También ayuda a apartarse durante un tiempo del ajetreo o del agobio que pueden producirse por estar con otras personas.
Llegados a este punto, también podemos realizar otra distinción, en este caso diferenciamos entre soledad objetiva y soledad subjetiva. La primera hace referencia a la soledad como un hecho constatado, visible al ojo de cualquier observador; la soledad subjetiva, por otro lado, se refiere a la paradoja de que, aún estando una persona rodeada de gente, ésta se siente sola, esto es, se refiere a la percepción que tiene la persona sobre su situación.
En resumen, la soledad solo es beneficiosa cuando es la propia persona la que lo desea y, recordad, el mero hecho de estar rodeado de otras personas no hace que la persona se sienta acompañada.
Una recomendación para evitar el
aislamiento social es ampliar la red de amigos, participar en actividades y
eventos colectivos, realizar voluntariado, hablar con otros y escucharlos. Incluso los animales de compañía pueden ser muy buenos combatientes de la soledad.
"No hay peor vejez que la
soledad"
Santa Teresa de Jesús