La depresión es un trastorno afectivo o del estado de ánimo. Si
bien es cierto que la depresión y la ansiedad se suelen dar juntos
en la vejez, en este artículo sólo nos centraremos en la primera de
ellas. En primer lugar, hemos de diferenciar entre la sensación de
depresión (melancolía) y la depresión clínica. La primera implica
un sentimiento de tristeza transitorio asociado a un evento y, la
segunda, constituye un problema de conducta inadaptada (trastorno
psicológico).
En términos generales, una depresión se caracteriza por un estado
prolongado de malestar o un sentimiento predominante de disforia, así
como aumento o disminución del apetito, alteración del sueño,
falta de energía, fatiga, lentitud o agitación psicomotora,
anhedonia o falta de interés por actividades que antes le resultaban
placenteras, reproches hacia sí mismo y disminución de la capacidad
de concentración. Es muy importante averiguar si los síntomas
anteriores interfieren en su vida cotidiana y si existen ideas de
suicidio.
Los datos avalan que las personas mayores tienen las mismas
probabilidades de desarrollar depresión que otras personas de
cualquier otro grupo de edad, aunque bien es cierto que los síntomas
pueden manifestarse de distinta forma. Donde sí se encuentran
mayores diferencias, en cuanto a la prevalencia, es entre los
ancianos no institucionalizados (1%-7%) y los ancianos
institucionalizados (hasta un 80%); y siendo más elevada, a su vez,
entre las mujeres.
Entre los principales factores que correlacionan con la depresión en
la vejez, podemos destacar:
- El estado físico. El deterioro físico, la enfermedad, los cambios biológicos o el dolor crónico.
- El estado cognitivo. El deterioro cognitivo o la disfunción cognoscitiva.
- Relaciones sociales y experiencias estresantes. Falta de apoyo social, soledad, muerte de seres queridos, problemas económicos y familiares.
- Genética. Recientes estudios indican que puede existir cierta heredabilidad de este trastorno.
Un dato muy importante que no debemos pasar por alto es el hecho de
que el porcentaje de suicidios aumenta con la edad y que la mayor
parte de ellos está relacionado con la depresión (aunque existen
otros factores de riesgo). A diferencia de los adultos más jóvenes, es menos probable que los ancianos expresen ideas o intentos
suicidas; es por ello que, en todo análisis psicológico de mayores,
debe atenderse el riesgo de suicidio.
Por último, decir que el pronóstico de la depresión en personas
mayores es similar al de los sujetos de otras edades. Aunque, a
menudo los mayores no reciben un tratamiento adecuado, ya sea porque
no demandan atención o porque achacan estos síntomas a otra
enfermedad física. Urge recordar que el tratamiento de esta psicopatología no ha de centrarse únicamente en medicamentos
psicotrópicos, sino que deben incluir tratamientos psicológicos
para una efectiva recuperación o mitigación de sus efectos.
Una recomendación:
ante la aparición de alguno de estos síntomas, máxime cuando le
interfiere en su vida cotidiana, debe consultarlo con un especialista
(psicólogo o psiquiatra). Éste le hará las evaluaciones oportunas
y, en caso necesario, le indicará el tratamiento a seguir.
“El
más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la
esperanza muerta”
F. García Lorca
F. García Lorca